martes, 16 de diciembre de 2008

s minúscula

Te vuelves a aparecer. Llegas. Comenzamos a hablar de como te fue y como me ha ido. A ti perfecto, genial, todo nuevo y excitante. A mí, todo igual, sin movimiento ni laboral, ni genital.

Te ves esquisitamente tentador. Quizás no sabes que me toma unos 15 minutos acostumbrarme a tu nuevo yo, pero que importan esos 15 minutos si estoy todo el resto de la tarde y la noche enviándote vibras fogosas, alzando mi pecho con cada respiro, acomodándome el pelo para que te llegue mi perfume, caminando por toda la casa para que veas mi cuerpo. Sabes que hay algo en mí que se mueve. Ante tu aparente indiferencia, me ves reprimiéndome las ganas.

Ese es tu sexto sentido, saber cuando estoy a punto de hacer todo lo que quieras porque ya no me aguanto más la sangre dentro del cuerpo. Entonces, luego de invertir horas en mi crescendo, ya cuando me doy por vencida y decido desistir las provocaciones, tú sueltas. Me dices muy sereno: quiero que me lo mames. Y yo respondo: ay sí.

3:39am 16 diciembre 2008.

No hay comentarios.: