En estos días he vuelto a revivir sensaciones similares. Ya no te huelo ni te encuentro por error en algún detalle cotidiano, pero sí me has vuelto al pensamiento, como quien falta por mucho tiempo y se aparece de imprevisto.
Yo sé que después del final no olías mi perfume cuando andabas a hacer diligencias, porque nadie tiene mi aroma. Acaso vieras unos rizos y no podías pensar en los míos, porque otros no alcanzaban su perfección, sus vueltas coquetas, juguetonas que se entremezclaban en tus manos y caían en tu pecho en momentos de pasión. No has visto en otras mujeres mis muslos, mis "muslos perfectos" ni mis pechos, tan "sabrosos", tan en su sitio aún. No te topas con rastro alguno mío. Pero si estoy presente, más que tú para mí, porque cuando te tocas, en medio del collage de personas que haces para entretener y recontar todos tus encuentros entre significativos y casuales, estoy yo, más que las demás. Por que resulta ser siempre mi cara la que se acerca primero, deseosa de tu sexo y te humedece poco a poco, la que te mira mientras te da placer y te toma completo. Soy yo la que imaginas estremeciéndose por tus labios -aún recuerdo tu sorpresa ante mi reacción a tu oralidad-, soy yo la que imaginas de espaldas a ti mientras embistes, la voz que escuchas diciendo que quiere más, la que te llama al inicio del orgasmo y la que recupera el aire a tu lado al final. La que se acerca a tu oído y suspira: Mmmm, gracias.
Entonces me extrañas más allá del sexo, porque te dan ganas que te soben cuando ya no estás erecto y mis manos vuelven a tu pelo para relajarte, y duermes dulce. Luego, cada vez que alguien habla de antropología y de historia, de taínos y de universidades en el exterior, de otros idiomas, cuando mencionan de casualidad mi municipio y el partido por el que voto, cuando escuchas de alguien con una familia grande, cuando te tomas el café por las mañanas... Claro que me piensas. Hasta de eso me he convencido.
12:10am 18 junio 2008.
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